Ninguno de los pronósticos hacía presagiar lo que sucedió ayer por la noche en la Rías Bajas, una muestra más de que la naturaleza tiene siempre la última palabra.
Una de las cosas que más le gusta a un servidor de la Meteo es que nunca llegaremos a predecir con exactitud como se va a comportar. La atmósfera es un sistema en constante movimiento alimentado por la energía del sol en el que entran en juego diversos factores que dan lugar al tiempo meteorológico en un determinado lugar. Lo que la atmósfera busca en todo momento es compensar las diferencias térmicas que tenemos en todo el planeta. Dentro de esta gran maquinaria reguladora tenemos diversos mecanismos que actúan a escala global y local.
{DISPLAY1_RECTANGULO GRANDE_336x280-IZQUIERDA}El ser humano desde hace relativamente poco tiempo con la ayuda de la tecnología es capaz de simular el tiempo que tendremos en un determinado lugar con una fiabilidad aceptable a varios días vista (3-4 días). A partir de ahí el margen de error se dispara. Pero por todos es sabido que la predicción del tiempo aún con la ayuda de la tecnología siempre tiene un margen de error y es que no podemos olvidar que lo que estamos haciendo es predecir el futuro partiendo de unas condiciones iniciales. Cualquier cambio por pequeño que sea puede suponer que el pronóstico se desvié de la realidad en alguno o varios parámetros.
En el fondo todos sabemos que el hombre del tiempo se puede equivocar y a pesar de que nos quejamos cuando esto sucede, siempre estamos pendientes del pronóstico aceptando que la meteorología no es una ciencia exacta.
Una prueba de esto que estamos hablando es lo que sucedió ayer por la noche en las Rías Bajas. Después de varios días de calor y tan solo con algunas nubes bajas y nieblas que entraban dentro del pronóstico, las nubes comenzaron a crecer desde el interior.
Los cielos comenzaron a teñirse de negro en Vigo y en el grupo de Whastsapp ya se comenzaba a hablar de la “pinta sospechosa” de las nubes. Es cierto que teníamos un configuración de bajas presiones relativas y calor acumulado en superficie, pero en ningún pronóstico oficial se hablaba de la posibilidad de tormentas en las Rías Bajas. En pocos minutos de la nada comenzaron a crecer núcleos tormentosos que comenzaron a descargar intensos chaparrones y descargas eléctricas que en ocasiones incluso venían acompañados de granizo.
Personalmente una de las cosas que más me engancha de los fenómenos atmosféricos es que por mucho que el hombre se empeñe en controlarlo todo, nunca y digo nunca será capaz de controlar y dominar el tiempo meteorológico. Llevamos un suspiro en la faz de la tierra y mucho menos comenzando a comprender el complejo mecanismo de autoregulación que tiene la tierra y ella siempre tendrá la última palabra.
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